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lunes, 1 de agosto de 2011

Retrato de dos mundos: Dioses de cuello blanco, de Edwin Disla


          En “Dioses de cuello blanco”  todos los personajes son malos,  ante cualquier código de moral con el que se le juzgue.
Se narra aquí una sucesión de negocios sucios, crímenes, robos,  prostitución,  homosexualidad y sexo desenfrenado.  En esta  novela  el consumo y tráfico de drogas se presentan como una situación rutinaria para sus personajes. Lo mismo que quitar la vida a una persona por sórdida paga  o para rendir el producto de un robo en equipo.
Disla narra en un estilo libre de artificios retóricos, no se ha interesado en imprimirle galanura a su prosa ni aderezarla de recursos poéticos, más bien la obra toda es una gran alegoría para  presentar con  sentido crítico y notable osadía, los vicios que corroen a la sociedad de hoy.
Hay dos tipos de personajes en la obra de Edwin Disla, vistos desde el punto de vista de su clase social. Unos son aristócratas y  otros son lúmpenes, procedentes de la marginalidad, pero todos  son ciudadanos del  bajo mundo. En algunos de estos personajes, el nombre sugiere la especie a la que pertenecen: Caifás, la Calavera, el Bacá, la Gata, Latica y Drácula.
Caifás, la Calavera y Bacá  son narcotraficantes, atracadores  y matones por encargo. La Gata es prostituta bisexual, amante fija de la Calavera, pero luego se le va con Bacá. Latica, pese a su nombre, es masculino, aunque homosexual, proxeneta, corruptor de menores y  vendedor de chismes. Es dueño de un bar, donde baila vestido de mujer.  Los del otro bajo mundo aparecen con sus nombres normales.
El conflicto entre ambos se origina porque Claudio se involucra con Eduardo, un destacado cineasta, asiduo participante en los festines de Abraham.     Eduardo  es mandado a matar por Carlos, obviamente que por celos.   Abraham, de origen francomacorisano, es hombre de negocios y su salto lo dio cuando  provocó la muerte de un amigo y socio para quedarse con el dinero que le lavaba.
Este personaje tiene una mansión a la que su propia esposa le llama lupanar, porque frecuentemente es escenario de orgías y desenfreno, donde concurren sus amigos de alta suciedad.
Los personajes de Disla tienen sus arquetipos en la realidad social. Y el autor corre riesgo de  que los delincuentes de alcurnia, vinculados a la banca,  a las apuestas, y otras actividades que facilitan mezclar los negocios lícitos con los ilícitos, incluidos el crimen,  se sientan identificados en esta obra.
Desde el primer  episodio, que narra una trifulca en la cárcel de La Victoria donde guardaban prisión por robo y asesinatos los llamados Caifás, la Calavera y el Bacá, comienza a sonar un personaje de la sombra  identificado como el Contacto, quien desde una institución de poder dirige las bandas criminales y obtiene gruesas partidas de los botines.
Este personaje sirve lo suficiente al autor para describir un Estado corrompido, presa del narcotráfico. Cuando  el Estado y sus instituciones no son dignos de confianza, se está en presencia de la descomposición social. La descomposición  trae consigo inexorablemente corrupción e impunidad.
El concepto de  descomposición social se asimila con mayor prontitud y facilidad, si lo tomamos por el que conocemos desde niños, la descomposición biológica. Un organismo comienza a descomponerse  poco después de la muerte. Una de las etapas del proceso se llama putrefacción. La putrefacción en la sociedad se siente cuando se pierden los valores morales y la desvergüenza  es lo que predomina.
Ing. Edwin Disla, autor de "Dioses de cuello blanco"
Cuando jueces emiten sentencias complacientes  para el crimen,  y fiscales se involucran  en otros actos de violación a la ley y la ética, cuando miembros de la Policía roban drogas incautadas por las autoridades para venderlas en su provecho  y miembros de la Marina facilitan la entrada por nuestras costas de drogas y contrabandos, estamos  exactamente y lamentablemente en presencia de descomposición social, o sea putrefacción. Y hay más, aunque sea triste admitirlo.
Los dioses de cuello blanco que aparecen en la novela de Disla son finos y elegantes, viven en mansiones, dirigen empresas, hacen obras de caridad, se retratan con los prelados, tienen esposa y amantes, en unos casos femeninos y en otros masculinos. Engañan al Estado  con el no pago de los tributos, engañan a la sociedad porque tienen doble fachada, engañan a sus socios  y son capaces de contratar a un sujeto del otro bajo mundo para matar por celos a su amante como ocurre con  el cineasta.
En este libro, la realidad y la fantasía  se complementan, los sucesos reales parecen ficticios y los inventados resultan  muy reales. Tenemos ante nosotros una  historia de las que el lector  suele sentir, es el tipo de  libro que el lector  disfruta y recomienda a sus relacionados.  Porque  al lector le gusta entender lo que lee,  el lector goza y acepta sufrir con los personajes.  
Con  “Dioses de cuello blanco”, Edwin Disla  penetra un bisturí, cual diestro cirujano,  a un cuerpo llagado  del que  brotan miasma y hedor. Disla ha puesto sus ojos en un punto al que no llegan todas las miradas, pues para ello se requiere agudeza, sensibilidad  y valentía, todo lo cual muestra este autor en la novela “Dioses de cuello blanco”.

Palabras del escritor  Rafael Peralta Romero para presentar  la novela “Dioses de cuello blanco”, de Edwin Disla, el 21 de julio de 2011, en la sede del Colegio de Artistas Plásticos.