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lunes, 3 de febrero de 2014

Escritores reciben con alegría al ganador del Premio Nacional de Literatura 2014.


  image.jpeg   En la celebración de la 4ta. Feria del Libro de Ágora Mall un grupo de Escritores, Libreros y Gestores Culturales  recibieron con gran alegría al Poeta Tony Raful, al ser ganador del Premio Nacional de Literatura 2014.


                                                          

 Aparecen en la foto junto al Poeta, Sentados de izquierda a derecha: Isael Peréz, Luis Luna, Luisa de Povedano, El Padre Jesús Hernández, Alicia Delgado y Laura Mendez. De Pie de izquierda a derecha: Angela Soto de Franco, El Poeta Mateo Morrison , Las hijas de Tony, Farah y Faride Raful, Ylonka Nacidit, Verónica Sención, Tony Raful, Monna Lisa Sención, Tomás Castro, Storny Reynoso, Pedro Hernández, Nuria Gracia y Juany Uribe.

sábado, 25 de enero de 2014

ACTIVIDADES DE EDITORIAL SANTUARIO


  VIERNES 24 DE ENERO, A LAS 6:30 PM EN LIBRERÍA CUESTA DE SANTO DOMINGO, PUESTA EN CIRCULACION DEL LIBRO REFRANES, CONTRAREFRANES... DE JUAN ISIDRO NUÑEZ, LA OBRA SERA PRESENTADA POR EL DR. ODALIS G. PÉREZ.

  SÁBADO 25 DE ENERO, a las 10 am en Editorial l Santuario,  tertulia EL AUTOR Y SU OBRA, con Alanna Lockward, autora de la novela MARASSÁ Y LA NADA.

   DOMINGO 26 DE ENERO, de 9 am a 8 pm, IV Feria del Libro Dominicano en Agora Mall, Kennedy con Lincoln, Santo Domingo, D.N.

    LUNES 27 DE ENERO, 6.30 P.M., Librería Cuesta de Santo Domingo, puesta en circulación del libro LA PRUEBA EN EL PROCESO LABORAL, del Dr. José T. Hernández Ortega, Andy Mieses, coordinardor.

   MARTES 28 DE ENERO, 6.30 P.M., Librería Cuesta de Santo Domingo, puesta en circulación de la novela  EL MARTIR DE LOS MÁRTIRES,  de Marcos Rodríguez. La obra será presentada por el Dr. Odalís G. Pérez.

   MIÉRCOLES 29  DE ENERO, 6.30 P.M., Librería Cuesta de Santo Domingo, puesta en circulación del libro CARTAS A MI AMADA, de los esposos Rafael Gamundi Cordero y Bélgica Beato de Gamundi.

   JUEVES 30 DE ENERO, 7.00 P.M., Auditorio Juan Bosch de la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña,  puesta en circulación de la novela  CHECHÉ, de Laureano Guerrero. La obra será presentada por el Dr. Reinaldo Pared Pérez, Presidente del Senado de la República.

JESÚS FERIS IGLESIA PRESENTA LEL IBRO «PEDRO MIR Y RENÉ DEL RISCO BERMÚDEZ EN LA LITERATURA DOMINICANA DE ENRIQUE CABRERA VÁSQUEZ

El libro esta de venta en San Pedro de Macorís en  Papelería y Librería Cactus, Almacenes Iberia y Almacenes Zaglul. También en Librería Cuesta y otros lugares en la capital dominicana

Foto. El doctor Jesús Feris Iglesias leyendo su ponencia comentario sobre el libro. A  su lado,  la escritora Alanna Lockward, el abogado y escritor  Julio César Mota Acosta 

SANTO DOMINGO.- En la mañana del sábado 18 de enero Editorial Santuario tuvo a bien reunir  un grupo de destacados escritores e intelectuales nacionales y extranjeros para dar a conocer el libro, «Pedro Mir y René del Risco Bermúdez en la literatura dominicana, del reconocido periodista  Enrique Cabrera Vásquez.

En la actividad el poeta y escritor de San Pedro de Macorís Ramón Perdomo  leyó varias poesías de su autoría.

Foto. El escritor y poeta de San Pedro de Macorís Ramón Perdomo, leyendo sus poesías. A su lado Virtudes Alvarez y otros escritores.

Entre el grupo de  escritores  se destacó la presencia de Alanna Lockward, Isael Pérez, Félix Betances  de la Nuez  y Ramón Perdomo. 

También estuvieron presentes, además del doctor Jesús  Feris Iglesias,   Julio Cesar Mota Acosta, Virtudes Álvarez y  el doctor Alberto Cabrera Vásquez, entre otros escritores cuyos nombres no pudieron ser recogidos. Más adelante actualizaremos esta información con los nombres de todos los participantes.

lunes, 10 de junio de 2013

Mis recuerdos imborrables



  Dentro de las remembranzas indelebles del destacado y veterano periodista, Rafael Molina Morillo, reflejadas en su libro "Mis recuerdos imborrables", están los hechos ocurridos a lo largo de sus seis décadas en el ejercicio del periodismo, años en los cuales ha sido testigo de los buenos y malos momentos que han dejado huellas en su vida.

Durante su participación en el programa radial y televisivo ¿Qué pasa hoy?, Molina Morillo rememoró eventos importantes, algunos no gratos y otros muy felices, como los de su niñez, adolescencia y amores, siendo el más grande y único, el que nació aquella tarde del 26 de setiembre de 1952, cuando conoció en la Vega a una adolescente de 14 años, quien se convertiría años después en su esposa.

“Por alguna razón atrajo mi atención, pregunté su nombre. Francia, me dijeron pero era muy joven. Entonces viajé a España y cuando regrese ella tenía 18 años y yo 26. Nos casamos y hemos sido felices hasta ahora y creo que así seguirá. Tenemos cuatro hijos, un varón, tres hembras y 10 nietos”, expresa conmovido quien representa uno de los grandes del periodismo dominicano.

Otros hechos narrados por el también diplomático y empresario, son los relacionados con la Revolución de abril; cuando se produjo el golpe de estado a Juan Bosch, época en la cual se desempeñaba como director de la gloriosa revista ¡Ahora! y donde los medios de comunicación no tenían condiciones para continuar sus publicaciones; sin embargo, su diario se mantuvo, con una línea editorial a favor de la constitucionalidad y del regreso al poder del profesor Bosch.

“Producto de esos acontecimientos, las fuerzas reaccionarias querían que la revista desapareciera y propiciaron dos fuertes ataques. Uno de mayor amplitud, que fue contra toda la población y consistía en ir casa por casa en busca de comunistas, y cuando llegaron al edificio donde funcionaba nuestro órgano de comunicación, destruyeron, saquearon y mataron a dos compañeros periodistas: Diógenes Ortiz y Papito Arias.

“Ese fue un duro golpe, pero nos recompusimos. Recuerdo que una noche colocaron unos explosivos producidos fuera del país, detonantes que hicieron volar los equipos de la imprenta. Pero, esto en vez de amilanarnos, nos ayudó a posicionar aun más la revista y crear un diario: El Nacional. Logramos que la población nos siguiera, nos apoyara”.

Otro instante difícil, que enfatiza con particular emoción el entrevistado, fue cuando el éxito editorial de la revista y el periódico obligaron a realizar mayores inversiones y gastos. “El grupo que hacía ese trabajo éramos románticos y lo realizábamos por amor a la profesión, pero no teníamos dinero. Tocamos muchas puertas y recibimos ayuda; sin embargo, hubo un momento en el cual no podíamos seguir; entonces, hicimos negocio con el señor José Luis Corripio (Pepín) y le vendimos esos medios y así continuaron felizmente publicándose”.

Estos relatos y muchos más, están impresos en el libro Mis Recuerdos Imborrables, de indiscutible calidad literaria, aun cuando Molina Morillo, aclara que no se considera escritor y expresa humildemente, que solo se atrevió a recoger sus experiencias periodísticas y publicarlas: “Periodista sí, porque me gusta la investigación y descubrir datos y llegar al fondo de las cosas. Pero, no escritor”.

Resalta en el diálogo la anécdota de ese día en España, cuando le tocó cubrir la visita del sátrapa Rafael Leonidas Trujillo al dictador español Francisco Franco.


“Luego de escribir mi crónica y destacar que unos 50 mil madrileños estuvieron presente en la actividad, debía mostrársela al hombre de confianza de Trujillo, Anselmo Paulino, quien me dijo que le agregara 50 mil más. Finalmente, vi mi crónica titulada textualmente: Seiscientos mil madrileños dan la bienvenida a Trujillo.

“Semanas después, ya en Santo Domingo, pregunté a Germán Ornes, director del Caribe, de dónde había salido esa cifra de 600 mil personas. Y respondió. ¨Bueno, lo hice para protegerte. Temí que te hubieras quedado corto con tus cien mil, y para curarnos en salud, a ti y a mí, les agregué otros quinientos mil”.

Mujer y reivindicaciones

 En torno a la situación de la mujer dominicana y su lucha por conquistar una mejor posición en la sociedad, el actual director de El Día entiende que no debe establecerse ningún tipo de diferencia entre mujer y hombre en virtud del género.

“Muchos de los excesos que se cometen contra las féminas es por el hecho de ser mujer, no porque sea el sexo débil; por lo tanto, deben ser sancionados con mayor firmeza todos los actos que la afecten; pero, también la mujer debe ocupar su sitio, luchar y conquistar lo que le pertenece”, apunta.

Era digital

Rafael Molina Moriiilo, hombre visionario y creador de varios medios de comunicación que marcaron un hito en la historia del periodismo dominicano, califica la Internet como una herramienta que ha venido a fortalecer los periódicos tradicionales.

“Los digitales son una maravilla, de hecho tenemos nuestra versión de El Día por la web. No creo que amenacen a los antiguos, sino que los complementan. Empecé a familiarizarme con las nuevas tecnologías a través de los juegos y a medida que iba avanzando, yo también lo hacía; creo que estoy actualizado”.

Con el tiempo en disputa y tanto que decir aún, el veterano profesional abandona el “banquillo de entrevistado” y sonríe sereno cuando escucha la pregunta, que responde ágilmente, similar a su estilo de vida: “Retirarme… ¿para qué?...eso no va conmigo. Siempre pienso que todavía puedo aportar algo para el bien colectivo, y con esa convicción comienza y termina cada día de mi existencia”.


jueves, 23 de mayo de 2013

Ayer es todavía: “el dolor se siente aún…”

 

Por Mercedes Alonso

Nacida en San Francisco de Macorís, con muchos estudios a cuestas, Luisa Pérez Viñas es esta escritora dominicana que también incursiona en las Artes Plásticas y que acaba de regalar a la nación y al mundo su tercera obra: Ayer es todavía. Le preceden: Ellas saben de amor, la segunda y la primera de todas: De la niebla al sol.

-Bienvenida Luisa Pérez y díganos por favor, ¿de qué trata este libro: Ayer es todavía?

“Son las vivencias de una joven madre a quien durante la dictadura trujillista, su hijo le fue robado y entregado a uno de los parientes del tirano. Esa trama es real, pero luego empleo la ficción. Ella corrobora que su hijo no está muerto, sino que se lo quitaron y se involucra en un complot para ajusticiar al dictador. Esto es ya mi aporte como escritora, así como su viaje a Cuba y el desenlace de la dictadura de Batista y todo lo que ocurre después. “Lo interesante es que la gente cree que todo fue político durante el régimen de Rafael Leónidas Trujillo, pero hubo otras cosas como abuso de poder y ese afán y ambición de las personas por escalar posiciones y demostrar que eran adeptas al régimen”.

-¿Dónde pueden encontrarse sus libros?
“En Librería Cuesta y en la editorial Santuario, dirigida por Isael Pérez”.

-¿Cómo ve el desarrollo de la Literatura en el país? ”Encuentro que hay un boom, hay muchas gentes escribiendo, pero es difícil porque es con propias herramientas y recursos personales que no son fáciles de adquirir y por eso, si no fuera por Santuario, queda ciertas facilidades, muchos autores no podrían poner a la luz sus obras”.

-Ellas saben de amor: ¿Una novela de hallazgos y pérdidas? “Se trata de cinco amigas divorciadas y viudas, que tienen un nuevo encuentro con el amor y esa doble moral que se tiene a veces en determinadas clases sociales se refleja ahí. Es un drama, siempre empleo este estilo. Considero que se puede encontrar el amor a cualquier edad y que es más hermoso en la madurez. Después de los años es más fuerte y se asumen mayores compromisos”.

-De la niebla al sol ¿más testimonial, personal y biográfico?“Ese libro es un híbrido, más de tres años estudiando, investigando sobre los grupos que llegaron desde España, tras la Guerra Civil, a República Dominicana, mi padre vino en el último de ellos, pero él no hablaba mucho al respecto. Poco a poco fui aprendiendo.“Mi papá llegó por Puerto Plata, tuve que averiguar mucho y supe cuánto sufrieron. Fue una guerra muy fuerte, dramática y muchas familias se separaron. En su caso, fue hecho prisionero junto a otros más y estuvo en un campo de concentración. Salió gracias a las gestiones del presidente Cárdenas de México y por eso pudo salir y llegar aquí, donde conoció a mi madre. Pero, muchos años más tarde, cuando volvió a su terruño nada era igual. Resulta que peleaban contra un dictador allá y vino y se encontró con otro aquí, Trujillo: qué paradoja”.


-Entonces, ¿usted describe todo eso? “Somos tres hermanas, antes de ir a España por primera vez, ya conocíamos todo. Mi padre nos enseñó a querer mucho a esa familia. Ahora, él era más dominicano que cualquiera. Decía que todo cuanto tenía se lo debía a Santo Domingo. Era un agradecido sin límites. Sí, de eso y más trata mi libro”.

-¿En qué trabaja ahora?

“Tengo en mente algo que rompe con todo lo anterior. Quiero investigar sobre creencias campesinas, las tradiciones, mitos, santería, toda esa cultura rural verdaderamente extraordinarias. Investigaré en el Cibao, en cuyo corazón hay muchas historias desconocidas”.

-¿Trata la violencia contra la mujer en alguno de sus textos? En mi segundo libro Ellas saben de amor, reflejo esa violencia verbal, física, abusiva. La violencia contra la mujer ha alcanzado grados increíbles aquí. No entiendo cómo, si hemos avanzado en tantas áreas, todavía existan esos prejuicios. Porque esa violencia se refleja en muchos aspectos. Por ejemplo, en las empresas, cuando una mujer por muy preparada que esté, gana menos que cualquier hombre, por mencionar uno de ellos”.

-¿Considera que se combate a través de la literatura este flagelo?

“Creo que sí, también la literatura aporta su granito de arena. Es un compromiso de todos y todas en nuestro país”.

-Finalmente, ¿por qué el título Ayer es todavía?

“Es que, cuando usted lea ese libro verá que el dolor de ayer se siente todavía…”

domingo, 3 de febrero de 2013

Palabras de Presentación del libro “Viaje al otro mundo”

José Alcántara Almánzar
 
 
Por Moisés Muñiz 

         Por defecto, al tratar de evaluar a las generaciones pasadas, las generaciones presentes tienden a dos cosas: seguir o matar.         

         De ambas opciones, es matar la que produce el verdadero crecimiento, la catarsis creadora, ese rompimiento que genera nuevas tendencias, movimientos, o simplemente, voces frescas. Pero este crimen purificador no es exclusivo del arte, las víctimas y victimarios de este fenómeno evolutivo se encuentran incluso en las más raras de las manifestaciones del saber. La religión es una de ellas. Bien lo dice el maestro de Budismo Zen, Shunryu Suzuki, "Mata a Budda si Budda existe en otra parte. Mátalo porque deberías asumir tu propia naturaleza de Budda". Cierro la cita. Y es esta la única manera de alcanzar la verdadera iluminación. Así como en el caso de los escritores, es la única manera de decir algo que nunca se ha dicho.         

         Gracias a este holocausto literario, conocemos hoy día los grandes movimientos y corrientes de las letras universales. Por supuesto, este delito está justificado y no es penado por la ley del conocimiento. Más que una muerte, bien podríamos considerarlo como la resurrección de un escritor, un estilo o un movimiento literario. Un nacimiento.         

         El parricidio es otra cosa. Es matar por matar. Es proponer Mac Ondo (aunque admiro muchos de los trabajos de Alberto Fuguet, escritor chileno que acuñó este término) en lugar de Macondo, al que todos conocemos y admiramos. Eso no pasa de ser un símil sin sentido, una típica escaramuza de la Generación X, a la cual pertenezco, para llevar la contraria y generar controversia. No por otra cosa conocemos los de esta generación, como "la Generación de la apatía", una generación perdida en el limbo, entregada al rechazo de las tradiciones generacionales, de símbolos como el nacionalismo, la familia y por supuesto de las religiones. Aunque lo hayamos vivido todo, desde la T.V. en blanco y negro hasta el Xbox, al parecer, no hemos podido superar todavía esa incontrolable rebeldía sin causa y hasta conformista.         

         Una cosa es negar al padre porque sí, porque no estamos de acuerdo con él, porque lo queremos muerto, porque deseamos su herencia a la fuerza, y otra muy diferente es negar al padre porque lo veneramos y queremos que trascienda, resucitándolo en otra forma de conocimiento. Pero hoy no estamos aquí para establecer un debate sobre temas generacionales o contiendas literarias. El objeto de nuestro discurso es José Alcántara Almánzar y su "Viaje al otro mundo". Ustedes se preguntarán entonces, por qué inicio la presentación con estas sentencias a manera de axioma.
 
         En primer lugar, tenía que empezar con algo que llamara la atención de todos ustedes. Y por supuesto, del autor citado. Siendo franco, desde el día en que, para mi sorpresa, recibí la noticia de parte de José para presentar su libro, he vivido una serie de sentimientos contrarios, singular combinación de alegría, orgullo y satisfacción mezclada una gran dosis de terror, aprensión y hasta paranoia. De hecho, una de esas noches, recuerdo haberme levantado aparatosamente de mi cama, empapado de sudor y jadeando como un borrego antes de ser sacrificado, con las incisivas imágenes de una recurrente pesadilla, donde una audiencia muy parecida a la reunida en el día de hoy, se desternillaba de la risa al ver cómo se me caían los pantalones, mientras leía las palabras de presentación del libro de un famoso escritor, que aunque no recuerdo bien su cara, me fulminaba con la mirada. Y en segundo lugar, porque cuando inicié mi "Viaje al otro mundo", un libro del que apenas había leído un par de cuentos en alguna tertulia literaria, no experimenté ninguna de las dos sensaciones antes descritas al principio de mi intervención. Es decir, no quise seguir pero mucho menos matar        

         A pesar de que tenía en mis manos un libro cuya primera edición se había realizado en el año 1973, hace ya cuarenta años. A pesar de que José Alcántara Almánzar es uno de los representantes más fieles de la generación de los setenta y yo, de la generación de los ningunos, que nació precisamente a finales de los sesenta. A pesar de que José, con su acostumbrada humildad y sencillez, me participó en una de las conversaciones telefónicas que me había escogido, en parte, porque para él era significativo dar oportunidad a la nueva generación de escritores que opinaran sobre su obra. A pesar de que, como me dijo el propio autor de "Callejón sin salida", "Testimonios y profanaciones", "Las máscaras de la seducción", "La carne estremecida", aparte de una interminable lista de ensayos, artículos literarios y sociológicos, así como algunas de las más importantes y recurridas antologías de cuento y poesía de nuestro país, él me dijo, quizás por la edad (yo diría que por la lista de trabajos que acabo de mencionar), que podría ser perfectamente mi padre. A pesar de todo eso, cuando me interné en el "Viaje al otro mundo", no pude establecer ninguna diferencia generacional, ninguna brecha, ninguna justificación que me obligara a seguir o a matar. Es como si me hubiera leído a mí mismo. 

         Cuando leí el primer cuento, "La muchacha que conocí en Guadalupe, sentí como si hubiese sido yo ese estudiante de letras, afectado por un amor fantasma en la vecina isla caribeña. Pero lo mismo me ocurrió con "Un domingo en la playa". ¿A quién no le habrá pasado eso? un domingo cualquiera, en plena adolescencia, en la playa o en una pista de baile, perdemos para siempre nuestro primer amor. A mí por lo menos, me ocurrió una veintena de veces y con diferentes amores. Pero si me hubiera tocado escribir algún cuento que retratara las injusticias sociales y el abuso de poder en la época de Trujillo, aunque al momento de mi nacimiento, hacía casi diez años el falso benefactor había emprendido ya su viaje de regreso al centro de los avernos, hubiese sido una yola de pescadores que navega sin tripulación "Rumbo al mar", o quizás hubiese sido uno de los empleados chejovianamente desaparecidos de una conocida y bien posicionada farmacéutica de la capital. Para no hablar de cómo pudo retratar José Alcántara Almánzar en el cuento “Antes y después del silencio”, mi desequilibrio mental luego de ser sometido a duras torturas por manos del SIM, y mejor aún, mi "arma poderosa" y las fórmulas algebraicas con las que estoy tratando de descifrar los misterios de la biblia, "…por ejemplo, la fórmula de la ecuación cuadrática para leer los salmos de salomón y el binomio de newton para el génesis y las ecuaciones de primer grado para el éxodo y la tabla logarítmica para los evangelios y los índices de correlación para el deuteronomio y los otros libros de moisés y así sucesivamente y me causó mucha frustración no poder hallar nada más de lo que yo siempre había visto en la biblia con mi nuevo sistema de fórmulas matemáticas y después fui evangélico y rosacruz y masón y librepensador que es mi última tendencia…". Perdónenme por el desliz mental, todavía a veces tengo estos episodios obsesivo-compulsivos que no puedo controlar. Pero volviendo al tema y finalizando la idea que quiero exponer, de haber sido un dominicano con el sueño de viajar a Nueva York para escapar de la persecución política, hubiese sido nadie más que el personaje de Bernardo, haciendo un "Viaje al otro mundo".
        

         A lo que voy es, que al leer este volumen de cuentos de José Alcántara Almánzar, me parece haberlo escrito yo, cuarenta años después, o quizás alguno de mis compañeros del grupo Jueves Literarios de Sosúa, o por qué no, cualquiera de mis panas del mundo de las letras de la capital, de San Francisco, de Moca, de Santiago o San Cristóbal, de cualquiera de esos canchanchanes de mi edad, de mi generación, tan distantes a la generación de los escritores de los setenta, y que además, podrían ser al igual que yo, hijos de José.
 

         El concepto de lo urbano, lo íntimo, la historia del hombre y su psicología, que como dice Miguel Ángel Fornerín fue iniciado por Ángel Rafael Lamarche allá por los años cincuenta, y que en la actualidad constituye el sello que identifica la literatura de los escritores de mi generación y otras posteriores, se encuentra regado como un virus en el presente tomo de hace cuarenta años. Claro está, siendo un joven de menos de treinta, las ideas revolucionarias bullendo en su cabeza, con la "Carne estremecida" por los años vividos en la dictadura, en estos cuentos, Alcántara Almánzar tampoco fue sordo al grito de una nación maltratada y dolida.         

         Los conceptos, el estilo, los recursos literarios, el experimentalismo y la protesta, sólo para citar algunos de los elementos usados por Alcántara en esta obra, los he visto en gran parte de los escritores de mi generación. 

         Por eso, al leer la reedición de la obra que hoy presento, no he podido elegir entre seguir o matar. No podría seguir, porque me convertiría en un ridículo seguidor de mí mismo. Tampoco podría matar, porque sería suicidio y no querría pasar el resto de la eternidad en un purgatorio abarrotado de escritores frustrados. Por eso, luego de leer "Viaje al otro mundo", pensando en las palabras de presentación que el autor me ha pedido gentilmente escriba para este acto, y tratando de borrar de mi mente las oscuras y barrocas imágenes de la pesadilla que les comenté, decidí que la mejor solución para poder concertar entre mis sentimientos de alegría y paranoia, era precisamente compartir con ustedes esta experiencia.
 

Mi conclusión sería la siguiente:
 
1-    Imaginar que otro yo, con el nombre de José Alcántara Almánzar, cuarenta años atrás en otra dimensión, ha escrito lo que mi generación ha escrito hoy. 

2-    Asumir que este libro es una brillante recopilación de cuentos, capaz de cautivar a cualquier lector de ahora o de los años en que fue publicado. 

3-    Corroborar el planteamiento de Nívea de Lourdes Torres, de Marcio Veloz Maggiolo y Bruno Rosario Candelier, entre otros, cuando afirman que el autor de este libro está llamado a ocupar un sitial al lado de Juan Bosch, Hilma Contreras y Virgilio Díaz Grullón.
 
4-    Entender que al iniciar mi "Viaje al otro mundo", lo único que he hecho es emprender un viaje hacia mí mismo.
 

      5- Aunque suene a esoterismo barato, no puedo aceptar el hecho que me planteó José Alcántara Almánzar, cuando se refería al asunto de que bien pudiera ser mi padre. Y no puedo, porque en el plano literario, como ustedes habrán podido colegir, a juzgar por lo avanzado de su discurso narrativo, lo visionario de sus textos y lo actual de su voz, habiendo escrito este libro cuarenta años atrás, él soy yo, y yo soy él, lo que significa, en términos ficcionados, que somos la misma persona y tenemos la misma edad, por consecuencia, biológicamente imposible que pueda ser mi padre.

Y en términos de la realidad que vivimos en estos precisos momentos, no puedo aceptar que él sea mi padre, porque físicamente está muy bien conservado y de fotografiarnos uno al lado del otro, como posiblemente ocurrirá en algunos instantes, parecería como mucho, mi hermano.
 

         Gracias, bro, en el mejor de los términos, por darme la oportunidad de hacer este "Viaje al otro mundo".

sábado, 22 de diciembre de 2012

Presentación de Fernando Infante a la novela "La buena familia de Fe Luna" del autor Eduardo Álvarez

Fernando Infante
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Haciendo honor a la conocida frase : “Nobleza Obliga”, me considero en el deber de iniciar mis palabras  expresando   mi  gratitud a Eduardo Alvarez,  por la distinción de entregarme su novela para que hiciera de ella su presentación ante ustedes, cuya presencia no solo significa un respaldo afectivo hacia el autor, sino también reconocimiento al valer de su intelecto que le ha llevado a desarrollar exitosamente  distintas facetas en su  vida, como lo son  el periodismo, las relaciones públicas, la docencia.
Galopando de forma diestra en estas actividades, Eduardo también es un cultivador valioso de la palabra escrita como lo testimonia sus libros publicados y su compromiso con un diario vespertino en el cual escribe  cada semana un artículo donde deja expuestas  sus inquietudes  sobre el acontecer nacional., siempre con una visión culta y   reflexiva, lo que junto a lo anterior   acrecienta  su personalidad social.
“La buena familia de Fé Luna”,  es  el esfuerzo literario más reciente que   en forma de novela nos ofrece ahora  Eduardo Alvarez, y en este texto  expone  un trama que  desde su comienzo  surte el efecto a que  aspira todo escritor:   atrapar al lector; envolverlo  en el argumento de la obra de manera ágil y cálidamente expresiva, todo lo cual encontramos en su novela, en cuya lectura nos hemos envuelto, felizmente, en estos agradables días decembrinos para poder exponer antes ustedes estas palabras de introducción




 
Una calurosa y húmeda mañana   del mes de julio del último año del siglo pasado, Orlando Luna, el personaje principal de la novela y su alter ego, representado por su hermana Grecia, en recuento de la vida familiar comienza a recordar el dramático hecho ocurrido treinta años atrás a otro miembro de la familia: Su hermana menor Fé, cuando todos compartían niñez y juventud en la comunidad de Esperanza.
En la nostálgica memoria  de Orlando van surgiendo claramente  detalles de aquel pueblo de su infancia, aquella querencia  con sus particularidades. Su casa enorme y sombreada  que rezuma la placidez bucólica que  presentaba el pueblo de Esperanza y su exuberancia rural    por   los cuatro ríos que corren en  la  cercanía de esta tierra donde se inicia la llanura del Cibao y que a la vez representa el portal de entrada a la región noroeste del país de contrastes geográficos  y homogeneidad  heroica en la historia nacional.
 Los detalles de aquella cotidianidad en la vida de los Luna acuden al pensamiento   de Orlando,   con un  fresco deleite,  como si aquel mundo sobre el cual ha transcurrido todo el tiempo de una generación biológica no hubiese desaparecido y la  hermosura que él describe con trazos emotivos,   lleva al lector a pensar en que  la  obra  que  ahora nos entrega  Eduardo,  contiene retazos de su pasado, de  una agradable  niñez que  los ofrece  envueltos en la ficción literaria  con una  narración  a veces teñida de  tintes líricos que solo lo impulsan el sentimientos que surge de experiencias íntimas.
La casa grande, en la que fácilmente se podía jugar voleibol entre el comedor y la cocina;  el patio;  extenso y  umbrío  con aquellos árboles frutales enormes,  testigos de la abundancia de esa  tierra pródiga; la valla de  tupidos arbustos de cayena; los dos jardines distribuidos  alrededor de la casa y el olor que por las tardes la invade   el aroma que despiden  las azucenas y las rosas rojas y amarillas.




Aquel cálido mundo familiar en que los  hermanos Luna, junto a sus padres, ven   discurrir sus vidas, con una “candidez saludable”, según dice Orlando mientras desgrana sus remenbranzas con su otra personalidad que es Grecia. Así  van surgiendo  de su memoria en oleadas de nostalgia, la escuela de su infancia, los juegos que entonces les entretenían, los personajes estrafalarios que les divertían y daban colorido al pueblo, como lo era Ricardo; siempre descalzo, “harapiento y glotón de quien la gente se burlaba por su manera de comer con los dedos, chupándose las manos”  . O el “timacle”, alcohólico impenitente  quien no dejaba dormir al pueblo con sus escándalos si no le proveían de ron. O el poeta que gustaba de recitar la “Canción de otoño en primavera” de Darío: “Juventud Divino Tesoro, ¡Ya te vas para no volver/ Cuando quiero llorar no lloro/ Y a veces lloro sin querer.”; otras veces acudía al romanticismo de Bécquer.
De aquel pasado simple, Orlando memora  con un dejo de melancolía  las  caminatas que hacían los domingos en el parque,  y  las  conversaciones,  saludos y risas que intercambiaban en los atardeceres mientras sentados al frente de la casa veían pasar por la calle personas conocidas.
En esa alternancia  de evocaciones,  Orlando, a través de  su alter ego Grecia,   habla de la madre, Leandra Lozano –Lea-  quien a pesar de su sencillez gustaba  hablar de “la realeza de los Lozano”, tal vez  impulsada por un secreto anhelo de poder exhibir un ancestro de los tiempos heroicos en ese pueblo  de Esperanza que vio nacer y crecer a los Lozano, y que sirve de puerta de entrada a la zona noroestana  donde tantas  batallas y revueltas  y dejaron  pródigas  cosechas de héroes y caudillos.
 Tal vez por eso, Lea trata de rescatar “una fantasiosa hidalguía” que le viene de esos tiempos  y  ella idealiza  su bisabuelo Candelario Lozano y su encuentro con José Martí,  como un “general  restaurador” cuando en verdad no pasó de ser un humilde campesino que apenas usó la azada y el machete para el quehacer conuquero. y en cambio, su querencia solo produjo rústicos agricultores, con palos y azadas para la tierra que  no lo cambiaron por el machete y  la carabina libertadora.
Hay un personaje en esta cálida novela de Eduardo Alvarez que no podemos dejar de citar, como lo es  esa muchacha lomera Milagros Ortega quien vive la casa desde que  fue llevada allí muy niña a la cual Jorge, el hermano mayor,  lo puso por mote “la  infalible” y ella se convirtió en una madre sustituta para los niños y compañera de su madre en todos los quehaceres de la casa y compartir el gusto por la cocina y los innumerables platillos  que juntas hacían.
Grecia, en sus recuerdos familiares con Orlando, recuerda  las jocosidades de la infalible; su espíritu alegre y chispeante y las tardes  en que se sentaba junto a los muchachos para contarles cuentos o bailar un remedo de danza oriental en la cual  mostraba una gran facilidad para mover su vientre lo que hacía que los muchachos estallaran en sonoras carcajadas. Para Grecia, “la infalible”  era el  sol de la familia, el mismo sol  que secaba la ropa lavada que ella tendía y que  la purificaba con sus rayos desinfectantes.

Aquella plácida vida pueblerina en que discurre su   familia Luna sufre un sacudimiento abrupto y trastornador a partir del 12 de diciembre de l962, cuando Fé,  de apenas quince años desaparece de la casa sin dejar rastros que condujeran a ella. Y luego de quince días  la encuentran inesperadamente  en condiciones trágicamente deplorables.
La belleza de esta adolescente, su coqueta picardía; la sensualidad, que llevaba a los poetas del pueblo a llevarle continuas serenatas y hasta el cura párroco a apretarle los pezones, hicieron que  muchos de  los comentarios acerca de la extraña desaparición estuviesen  sazonados  con el sarcasmo y la morbosidad.
Orlando, que en aquella fecha de amarga recordación en la familia por las implicaciones que a partir de ahí marcarían  a los  Luna,  apenas  contaba con once años  habla con Grecia, mientras  le viene a la memoria   aquel torrente de recuerdos angustiosos y  todo el trastorno  que perturbó al pueblo de Esperanza, cuando el tío Ramón, valiéndose de su influencia por su poder económico hizo que la policía, para encubrir  un hecho que podría poner al descubierto una  gran podredumbre moral en la familia Luna, condujera    sus pesquisas  hacia   los menos sospechosos  y desprotegidos socialmente de haber tenido que ver con la desaparición de la alegre y veleidosa Fé Luna; y en esos aplicara los métodos y prácticas que  tenían  el sello del abuso y la criminalidad como  identificación en un sistema  degradante de autoridad  que se resistía a desaparecer.
Creo que mis referencias a algunos detalles descritos de manera tan hermosa por la cautivante prosa de Eduardo Alvarez deben terminar y dejar al lector que en su oportunidad se adentre en la lectura que proporciona esta novela, para que encuentre en  los personajes  que desfilan a través de sus páginas,    destellos de la  nostalgia del autor, porque,  como dice  en el epílogo de la obra, “esos testigos privilegiados nos permitieron  adentrarnos y, en cierto modo, divagar detallada y ampliamente, sobe aquellas doradas décadas de los años 50 y 60. Esos  años  que representaron  su niñez y formación adulta cuando surgieron tantos sueños y esperanzas al calor de aquellas expresiones  de “Navidad con Libertad.”
Agradezcamos pues, a Eduardo  por habernos ofrecido como exquisito regalo navideño esta novela “La Buena Familia de Fé Luna”,  que muy bien podemos colocar en la categoría de historia novelada, porque, como  él nos deja saber  en el epílogo,  en esta narración se presentan situaciones y personajes reales  alternando  en completa armonía descriptiva con las creaciones del autor y así lograr mayor riqueza expositiva y   fluidez argumental,
Gracias  Eduardo de nuevo;   y Buenas Noches a todos. Y que el espíritu de la Navidad nos embargue a todos.

Santo Domingo,
20 de diciembre 2012
Museo de Arte Moderno

domingo, 23 de septiembre de 2012

EN TORNO A “APOLOGÍA DE LAS PALABRAS”




René Rodríguez Soriano entrevista a Juan Carlos Mieses


Ya lo he dicho con sobrada recurrencia: me gustan, me seducen, me sacuden, me enternecen y destornillan las palabras; soy débil por ellas. Sobre todo por su tableteo o el rítmico bailoteo con el que brotan del teclado o de los escaparates y botellas al mar. Juan Carlos Mieses lo sabe. Las manipula. Arteramente, con alevosía y asechanza, las articula y las echa a andar como luciérnagas o como dardos. Flechas veloces, encendidas. Cuneiformes, voraces, seductoras y cáusticas. Cautas y atrevidas. Palabras como agua, fuego, luz, resistencia y andar. Caminos y aguaceros.

Desde hace mucho tiempo a Juan Carlos y a mí nos unía la distancia que media entre un mail, un aeropuerto o una ciudad llena de gente, medios de locomoción, algunas mercaderías —lecturas incluidas, por supuesto— y algún cierto color de oscura geografía. Más de una vez planeamos un encuentro, lejos del mar, de nuestro azul, que nunca fue posible. Pero las palabras seguían ahí; nos seguían. Nos brotaban y nos unían. Hasta que, hará un par de años, sobre el mar y la distancia, lanzamos una cuerda y mediante ella iniciamos este diálogo que ahora se aviva más con la salida de su nuevo libro que, precisamente titula Apología de las palabras y otras variaciones (Centenario, 2012); 139 páginas “que se nos parecen tanto y que como nosotros huelen a lluvia y a horas podridas…”

Viniendo de las aguas del poema, donde ha domeñado con destreza y argucia la lengua y el lenguaje, pasando por la novela y el relato, Juan Carlos Mieses nos asedia ahora desde las estancias del ensayo, para hacernos reposar y rebosar en las orillas de sus reflexiones y disensiones. De Aristóteles a Avilés Blonda o desde Santa Cruz del Seybo al puerto de Sunda Kelapa, las palabras de Juan Carlos nos atan a las páginas de un libro que nos invita y conmina a leer más, querer más. Al terminar la lectura de esta Apología de las palabras, no resistí la tentación de abordarlo con estas preguntas:

—¿En qué tramo del río o de la “nada” del sueño con San Agustín se encuentra Juan Carlos Mieses al concluir la última línea de «Apología de las palabras»?

—Sería vano pensar que la escritura de un libro de reflexiones me permita acceder a alguna dimensión de sabiduría o vislumbrar alguna verdad trascendental a posteriori. Al concluir estos ensayos me encuentro, como todos, con más preguntas que respuestas y es natural que sea así pues la complejidad del universo del que somos parte sobrepasa infinitamente nuestra capacidad de comprensión y hasta de simple aprehensión. Soy parte de ese río que nace y muere a cada instante, como todos.

—A propósito de palabras, ¿qué con ellas, de qué se componen? ¿Para qué y por que son útiles o inútiles a la persona que escribe libros?

—Las palabras están más allá de la noción de utilidad. Lo son todo en el mundo del escritor. Ese extraordinario instrumento de conceptualización que es la lengua y que se expresa en palabras, nos lleva en cada aventura espiritual a un punto desde donde redescubrimos nuestra modestia y nuestra pequeñez y nos ayuda a comprender la vida más que mostrarla, a vivirla más que a explicarla como si el destino de los hombres fuera morder sin cesar la fruta prohibida que nos exilia del Edén, a cambio del libre albedrío, y de la terrible responsabilidad del bien y del mal.

—Y de retorno al río y al retorno, ¿después de tanto tiempo de vivir lejos del terruño y regresar, siente JCM sensación parecida a la del personaje de «Las palomas de la guerra»?

—Si algo he aprendido en mis viajes es que el retorno es incesante; la nostalgia nos vence finalmente porque todo lo que somos se encuentra en un pasado que es tan frágil como un sueño y como un sueño, indestructible. Es aterrador y embriagante constatar cómo el ayer se desdibuja ante nuestros ojos, cómo se resquebraja la realidad, cómo se extingue el mundo conocido y es remplazado por otro que luce ser el mismo y sentir que morimos en las cosas que nos rodean y no saber si renacemos en otras.

—Mar, camino, flecha, río, Heráclito, Mieses Burgos, humanidad… ¿qué tiene que ver todo esto con el acto de leer, con el poema?

—Todo. Mar, camino, flecha, río, Heráclito, Mieses Burgos, humanidad… La lengua los ha unido. Si hablamos de ellos es porque viven en las palabras, en nosotros. Con las palabras tendemos una mano al vacío esperando que alguien las tome. Así como respiramos un aire común, así nos unen la lengua y las ideas. En ellas crecemos, con ellas recreamos el pasado y soñamos el porvenir. Escribir y leer son dos momentos en la vida de una palabra, de una mirada, de un sueño.

—Luego de transitar con pie firme amplios senderos del poema y el relato, ¿cómo te sientes en los territorios de la novela y del ensayo?

—René, soy, como tú has dicho de ti mismo, un escritor… degenerado. Los géneros se nos van imponiendo, como piezas que exigen una herramienta; así como un tornillo reclama un destornillador y un clavo un martillo, una historia larga y compleja necesita una novela o simplemente a Homero.

—¿En cuales aguas te sientes más pez?

—En mi caso, el placer de escribir es efímero y raro, la angustia es lo común. Sabemos que estamos de paso decía Brecht y la escritura me lo recuerda a cada párrafo, pues lo que escribo es la vida. La vida de los peces no es tranquila, las aguas están llenas de depredadores y de abismos.

—Además del antes y el ahora, a través de los símbolos flecha, mar, río y demás, nos planteas un recorrido por la identidad del ser dominicano. A tu juicio, ¿qué nos asemeja y nos diferencia de nuestros vecinos de la parte occidental de la isla, y de los de las islas adyacentes?

—Lo que separa a los hombres es lo mismo que nos hace iguales, pero enlodado por la desconfianza o el miedo. La igualdad de los hombres no es un mito del Bill of rights o de La déclaration des droits de l’homme. El azar de las circunstancias nos hace parecer diferentes y sin duda limita nuestras posibilidades de crecimiento y de realización personales, pero sólo los necios o los villanos pueden creer que la miseria y el color de la piel determinan la humanidad de unos u otros.

—Si bien del negro y del español se pueden presentir ecos y rastros delante, detrás y más allá de las orejas… del taíno, del caribe y otros antiguos pobladores del área ¿qué nos queda?

—Temo y créeme que lo lamento, que los tainos no nos hayan dejado en herencia el sentido de pertenencia a la tierra. Recuerdo que en Bali, último reducto del imperio Majapahit, los habitantes cultivan los arrozales con respeto y devoción porque saben que acarician con sus manos y sus arados la piel de Dewi Sri. ¿Cómo no tratar con respeto a una diosa que les permite cultivar el arroz sobre su hermoso cuerpo? Quizá el hecho de que en esta isla todos seamos extranjeros (ya que estamos en ella desde hace apenas unos pocos siglos) haya contribuido a que veamos a la naturaleza como algo ajeno a nosotros, algo que no nos pertenece realmente. Esa visión puede ser un obstáculo para nuestra supervivencia a largo plazo. Hay que saber mirar el porvenir para hacerlo posible.

—Y de retorno a las palabras, ¿a qué te suenan palabras como éstas: bárbaro, constitución, pedazo de papel, areito del cimú, oda al cazabí, perro mudo o la jutía?

—A lo que somos como producto de las épocas y los azares: un resumen de prejuicios y de ideales. La historia de cualquier nación, de cualquier sociedad se puede rastrear en la expresión de sus ansias, de sus terrores y de sus confusiones; también en sus anhelos de justicia y en sus sueños de amor y de esperanza.

—¿Cómo ves el panorama de la literatura dominicana después de tu regreso?

—De la literatura dominicana hay mucho que decir. La isla actúa como prisión y refugio al mismo tiempo, por lo que abunda la inocencia y la perversión. La mundialización se traduce como un manzano tentador y el conocimiento como una maldición, porque el hombre no se puede entender ni se puede definir por sí solo ya que somos yo y somos nosotros al mismo tiempo. La sociedad nos modela y nos limita. A pesar de un medio literario infectado con el virus de la ambición de riqueza, de poder y de renombre, subsiste un grupo importante de literatos y de escritores verdaderos que admiro y respeto. En otros, el impudor tiene cartas de nobleza y el oportunismo es visto como una astucia inteligente. Me dirás que de todas se puede decir lo mismo. Solo que lo mismo nunca es igual. Las circunstancias son siempre únicas.

—Tú, viajante impenitente, hoy de retorno a tu tierra, ¿cómo te avienes con los códigos con los que se manejan escritores, promotores, autoridades y advenedizos en el ambiente literario del país?

—Observo el circo y el facilismo que se ha expandido y eso me apena. Sería injusto no reconocer méritos y los esfuerzos, independientemente de las intenciones perversas de algunos. Pero hay que recordar que la erudición no siempre lleva a la sabiduría, el talento a la virtud o la inteligencia a la probidad. Recuerdo que mi padre decía que no se debe admirar a un hombre por su inteligencia o sus conocimientos sino por la ética de sus actos.

—¿Crees que existe una diferencia marcada entre lo que escribe un escritor que resida en el país y otro que viva en el exterior?

—Sin duda el entorno influye en nuestra escritura y nuestra vida; la visión cambia y la reflexión sigue caminos diferentes; pero nunca estaremos seguros de si lo que escribe un hombre hubiera sido diferente de haber vivido en otro lugar. ¿Hubiera Borges sido Borges de no haber salido nunca de Argentina? No lo sé.

—¿Cuál es la verdadera patria de un escritor? ¿Crees que sea cierto aquello de que el escritor es un lujo del país y por lo tanto debe ser subvencionado por el Estado?

—El problema de la palabra lujo en nuestro país es que para muchos es sinónimo de inútil… y de hecho el trato que recibimos la mayoría de los escritores es casi siempre el que se reserva a los marginados, a los bufones y a los iluminados. Te adulan pero no te pagan, te hacen cumplidos halagadores pero no te respetan. Los diarios se hacen rogar para publicar tus ideas como si te hicieran un gran favor, muchos editores te ven como un pordiosero y el Estado, a veces, como un áulico útil para escribir discursos y decorar las declaraciones oficiales.

domingo, 24 de junio de 2012

Cuarenta y ocho libros de Editorial Santuario

Un artículo de Pedro Conde Sturla.
(Publicado en el diario El Caribe el 24 de junio del 2012)

[Cuarenta y ocho libros, cuarenta y ocho nuevos títulos de edad ha cumplido recientemente la Editorial Santuario (El hogar del escritor dominicano), y la verdad es que es mucho cumplir y mucho publicar en un medio cultural tan agropecuario y hostil como el nuestro, tan indiferente en general a la producción literaria de los escritores del patio.

El autor de tan feliz iniciativa (aparte de una cara de buena gente que no hay quien se la despinte), tiene por nombre Isael, un nombre bíblico que al parecer significa “El llevado por Dios”. Pero Isael Pérez, no aprendió a multiplicar peces, sino libros, que es otra forma de alimentar a los hambrientos. Multiplica y se multiplica como Gerente General de Editorial Santuario, edita, coedita y distribuye libros en las principales librerías del país, en las más codiciadas de Puerto Rico, y en algunas de Usamérica, y los promociona personalmente en varias de las más prestigiosas Ferias del libro del mundo, incluyendo las de México, España y Alemania. Es un hombre orquesta. Desde luego no le voy a preguntar cómo lo hace.

El pasado lunes 18 de junio a las 6:00 p.m. se realizó en el Salón Pedro Mir delibrería Cuesta el acto de presentación de los cuarenta y ocho nuevos libros, y las palabras mayores, la presentación en sí, estuvieron a cargo de Juan Carlos Mieses, uno de los más finos narradores de la literatura dominicana que integran  el catálogo de Isael Santuario. A Juan Carlos Mieses dejo, pues, con infinita envidia, la palabra. PCS]

Cuarenta y ocho libros


Cuarenta y ocho libros.Como si dijéramos cuarenta y ocho grandes y pequeños sueños realizados al final de un esfuerzo hecho de vivencias, de reflexión, de disciplina, de coraje, de trabajo  y de sacrificios.  Cuarenta y ocho libros en los que, de una manera o de otra, se expone nuestra intimidad y  nuestras estructuras conceptuales, nuestra imaginación y nuestra memoria, nuestro quehacer cotidiano y nuestra visión creadora y trascendente.

Si la puesta en circulación de un libro es  relativamente sencilla, puesto que lidiamos con un título, una lengua, un género, un autor, un tema, un narrador  y un estilo, la puesta en circulación de cuarenta y ocho libros se convierte en una misión imposible. Pero si no podemos hablar de cada libro en particular, podemos hacerlo de lo que tienen en común; aparte de la lengua, por supuesto. No es el género, ni el tema, ni el título, ni el autor… ya lo habrán adivinado: es Isaél Pérez y la Editorial Santuario. Santuario es un nombre más que adecuado. Denota, entre otras cosas, un templo en que se venera un tesoro de objetos preciosos. En este caso el tesoro está hecho de palabras, de aspiraciones, de intuiciones, de ilusiones, de dolor  individual y colectivo; en fin, todos esos elementos que componen nuestros libros.

Hasta la llegada de Isael Pérez al territorio de la edición, una buena parte de los escritores dominicanos teníamos la impresión de ser pordioseros con nuestras pequeñas páginas manuscritas, abiertas como manos hambrientas de lectores, tendidas hacia la consideración de unas cuantas casas editoriales. maestros o aprendices, en mayor o menor medida, éramos fáciles víctimas de la humillación, del sarcasmo o de esa  sutil indiferencia quees peor que el  desprecio, de parte  de las editoriales que lucían como altos castillos inexpugnables, imposibles deser conquistados por un pobre ejército de escritores desunidos y sin liderazgo (puesto que en el ejército de las Letras cada soldado se siente ser un general); así que sólo nos quedaba vagar entre las candilejas de la ciudad como nuevos personajes de Pirandello en busca de un editor, con nuestros sueños como única riqueza y nuestra fe en nosotros mismos como único aliento.

Pero he aquí que un día llega este caballero andante desde el oriente – tierra de jazmines, según Rubén Darío – con una sonrisa imborrable en lugar de armadura, un optimismo a toda prueba en lugar de adarga y un corazón enorme en lugar de estandarte. No necesitó ni un azor ni un caballo con alas para liberar a los escritores del yugo de elitismo y de marginación que los oprimía y en pocos meses se convirtió en el más productivo, el más dinámico y el más accesible de los editores. Ahora bien, los franceses tienen un dicho impregnado de sabiduría popular, es decir, que ha pasado la prueba del tiempo y de las culturas y que dice: cherchez la femme; busquen a la mujer que está detrás del éxito de cada hombre. En este caso la búsqueda es sencilla: se llama Oneida y se apellida Gonzales como aquel Don Fernán que según la leyenda liberó al reino de Castilla, gracias a un caballo y a un azor.

La hazaña de este caballero andante, este hidalgo de la humildad como lo describe Francisco García, marcó el inicio de la democratización del libro dominicano y sus primeros pasos – tímidos e inseguros, es cierto – por el sendero de la mundialización. Sin duda por esa abertura nos hemos colado algunos como yo con nuestros libros imperfectos, nuestras propuestas a veces emocionales y nuestras ilusiones no siempre grandiosas… Pero, ¿no es así también la vida, esa ola de carne dolorosa y breve que desde la carroña nos empuja hacia las estrellas? La vida, no la bella abstracción de algunos poetas, sino la cotidiana, la sudorosa, la que tiene cédula y serie, la real,la dura, la martirizada, la de aquí y la de ahora, la que late en nosotros con la misma fuerza y la misma angustia que en nuestros lectores.

Esta noche celebramos la labor y el triunfo de una casa editorial. Su éxito representa el primer paso hacia el nuestro. Sólo que el nuestro nunca deja de ser ambiguo, inseguro, inconstante e inasible, porque el escritor no comparte el éxito fastuoso de las élites financieras,  ni el sensual y centelleante de las estrellas de cine, ni el esforzado y excepcional de los atletas, pero tampoco el muchas veces espurio, inquietante y opaco de los políticos, ni el drástico y cruento de los guerreros.

El éxito de un escritor no  sólo consiste en ser editado, en serleído, en ser premiado, en ser aplaudido, en ser reseñado; tampoco en ser celebrado por un gurú de algún movimiento literario (de esos que tanto gustan en las provincias), ni en ser incluido en alguna antología por algún grupo de poder, de esos que conspiran en las penumbras en busca de laureles y construyen sus propios templos para venerar sus vanidades y sus egos hambrientos de inmediatez y olvidan que los escritores somos criaturas hechas de tiempo y deesperanza, y que nuestras palabras son armas cargadas de futuro como nos vocea Gabriel Celaya desde su tumba. Olvidan que el último y definitivo juez de nuestros esfuerzos y de nuestras obras nos espera en el porvenir, y que nuestra lucha se sitúa en nuestro corazón y en nuestro espíritu, porque aunque estemos en paz con el mundo, siempre, junto a Machado, estamos en guerra con nuestras entrañas. Olvidan que nuestros enemigos no son nuestros colegas sino nuestros prejuicios, nuestra cobardía, nuestra ceguera o nuestra tendencia natural a buscar las soluciones fáciles.

Esta noche, dejemos de lado todo envanecimiento inoportuno; moderemos nuestro orgullo aunque esté justificado por la realización de un proyecto; olvidemos nuestras pequeñas presunciones de una gloria improbable que Tomás de Kempis ya sabía pasajera y unámonos en un abrazo común en torno a nuestra casa editorial, y en torno al hombre y a la mujer que la han edificado. (Juan Carlos Mieses).