LA FELICIDAD A DESTIEMPO DE LA
ADOLESCENCIA.
Apuntes sobre la novela Raquel de Dinorah Coronado
Estando en
la fase final de mi investigación sobre Manuel Aurelio Tavárez Justo, en el
2005, fui al Instituto Dominico Americano a presenciar la obra de teatro Minerva
y Manolo, y en el umbral del salón observé de soslayo a la autora, Carmen
Dinorah Coronado (Nora), que parecía ansiosa, ocupada en su evento nocturno. Dos
años más tarde volví a verla en el Teatro Monina Solá, yo recibía el Premio
Nacional de Novela por la obra Manolo
y ella, el de Literatura Infantil por el texto Rebeca al bate y dos cuentos más. Estos dos encuentros marcaron el
inicio de nuestra amistad, la cual se solidificó tras enviarle a su residencia
en Nueva York mi obra Manolo. Entonces conocí
a la verdadera Dinorah, una mujer excepcional, llena de amor, conocimiento
artístico y disposición de entrega por el bienestar cultural de su país. Estas
tres características: amor, conocimiento artístico y disposición de entrega
están presentes en todas sus obras, ya sean de poesías, literatura infantil,
cuentos, teatro, ensayos y novelas como Raquel, que hoy presentamos. Fue
galardonada en el 2009 con el segundo Premio de Novela Funglode (el sexto que
gana Nora en su exitosa carrera), y tiene apenas cien páginas estructuradas en
quince capítulos titulados como las ficciones decimonónicas.
Raquel es una
historia autobiográfica, provinciana y romántica, llena de ternura y afecto. Su
drama se desarrolla en pleno siglo XXI, en un pueblo de República Dominicana,
posiblemente Bonao, en el imaginario barrio Isabelita del municipio Pueblo
Verde. Los personajes, manejados con destreza por la autora, son seres nobles,
encantadores y progresistas, pertenecientes a la baja pequeña burguesía de
habla coloquial. El principal es Raquel, acaso la misma Nora, adolescente
precoz, hermosa, de 14 años, amante del arte, de los cantantes de moda y de los
compositores clásicos. Cursa la intermedia en la Escuela Horizonte
y es hija de Irene, quien al estar separada de su esposo, Alfredo, se ve en la
necesidad de trabajar la mayor parte del tiempo en un taller de costura
instalado en su casa. Luego está María Luisa, la íntima amiga de Raquel, que a
diferencia de ésta es miembro de una familia unida. Después la abuela de la
protagonista, doña Berta, tradicional señora de adentrada edad, viuda, amorosa,
llena de bondad, cuyo único hijo varón, Miguel, murió cristianamente hace años.
De ella dice la nieta: “¿Qué haría yo sin mamá Berta? Mi
confidente, mi ángel de la guarda”. Le sigue
Raulito, el único hermano de la protagonista que como el común de los
jovencitos de la época, ama el béisbol, disfruta de las aventuras
callejeras y acostumbra a molestar a su hermana. Y el quinto es Eugenia, de
origen norteamericano que se traslada a Quisqueya a practicar el español.
A ellos le siguen los personajes secundarios: Dilcia, la
profesora; José Luis, el primer idilio de Raquel; Ramiro, el primer novio de
ella; Mercedes, la estudiante con más limitaciones visuales, pero una de las
más aplicadas; Teresa, la maestra de deporte y…Motita, la gata de la
protagonista.
Todos, a pesar de desenvolverse en una sociedad
oligárquica-burguesa del siglo XXI, donde debería imperar la actual involución
moral del país, por el contrario, conviven en un ambiente donde se
promueven la honestidad, la sencillez y la pulcritud, propio
de la sociedad dominicana de principios del siglo XX, cuando aún se le
temía a Dios y los adolescentes, parodiando a García Márquez, eran felices e
indocumentados, muchachos que no conocían las drogas, ni eran acosados por un
medio delincuencial. Pero este anacronismo aparente es un augurio, como
se titula el último capítulo de la novela, una premonición del bienestar
futuro. Esa es sin duda la apuesta de Dinorah Coronado y a fuerza de su
optimismo la va a ganar.
Los episodios en Raquel, que se suceden de forma lineal
con salpicaduras de diminutos flash back, son contados mayormente por un
narrador omnisciente cercano a los personajes, al estilo indirecto libre de Madame
Bovary de Flaubert y de La fiesta del chivo de Mario Vargas Llosa.
Este narrador en Raquel es sustituido en el capítulo X (p.74),
magistralmente, sólo una vez por un narrador-personaje en voz de la
protagonista. Es decir se produce una muda espacial. El otro narrador de la
obra es Raquel por medio de un diario íntimo, espejo de las ideas inocentes de
ella, expresadas también en sus diálogos naturales y significativos como el de
los demás personajes. Estas características, naturales y significativas, las
observamos igualmente en las escenas y en las descripciones, de las cuales, por
encima de su brevedad y escasez, sobresalen la riqueza del paisaje rural
dominicano.
Por otra parte, de la coyuntura política, nada se especifica,
y sabemos que es en el siglo XXI que se desarrolla la trama novelesca porque en
la pared del dormitorio de la protagonista hay un cartel de Amelia Vega, Miss
Universo 2003, sacado del suplemento sabatino (p.23).
En resumen, Raquel, aunque vive con estrecheces
económicas, es feliz junto a su madre divorciada y su hermanito juguetón. El
cariño materno que Irene no puede darle porque vive trabajando intensamente, lo
suple la abuela. Ésta incluso llega hablar con la profesora Dilcia para que
ayude a la nieta a ponerse al día en las tareas atrasadas del arte culinario y
manualidades. Gracias a esta intervención, Raquel logra graduarse de intermedia
a tiempo en
la Escuela Horizonte. Asimismo por la
intervención de la abuela, la nieta improvisa una escuelita de veraneo en la
casa, que le genera unos ingresos mitigadores de su pobreza. En el transcurso
de la historia, María Luisa se convierte en su mejor amiga, en la adolescente
que la hace reír con sus chistes y anécdotas mientras Raulito, molestándola, la
saca de casillas y ella se ve en la necesidad de pegarle, según escribe en su
diario. En él escribe también, "tengo una voz más bonita, pero insegura y
los peores días son los del periodo menstrual porque tengo que andar con
cuidado por lo mucho que sangro."
Las costumbres criollas y los valores
tradicionales, vitales para la remoralización nacional, los resaltan los
personajes: una vez la bandera está ondeando en el asta de la escuela, Raquel
inicia el Himno Nacional; en la celebración de las fiestas patronales en honor
a San Antonio, Raulito gana el primer lugar en la carrera infantil de sacos y
su hermana fue electa princesa de la amistad; un día ella se sienta junto a su
padre frente a las estatuas del valiente negro Lemba, la india Anacaona y del
padre Bartolomé de Las Casas. “Las tres razas que
nos representan. Somos personajes de una leyenda de tres colores”, le dijo el
papá…
Como era de esperarse, Raquel se enamora según la época: en secreto y de un
elegante compañero de clases, y dice en su diario, "espero que María Luisa
no se lo confiese." Pero no tarda en desencantarse de él porque no es tan
estudioso como cree y además es muy enamoradizo. Su verdadero amor, Ramiro, lo
conoce en la fiesta de promoción. Él es un muchacho atrevido y de oficio
artesano que estudia y a la vez trabaja en un taller de ebanistería. Ella
confiesa en su diario que fue amor a primera vista. En el autobús que
transporta a la playa a los estudiantes de mayor progreso escolar, hace amistad
con Eugenia, de quien aprendería el mundo de las viajeras norteamericanas y
pensaría estudiar inglés para conocerla mejor.
Un viernes de julio, María Luisa le aconseja, con
acierto, que hable con Alfredo, su padre y le pregunte por qué ha cambiado con
sus hijos. A Raquel se le enciende una luz en su mente y planifica tratar de
reconciliarlo con su madre. El encuentro se produce bajo el almendro del Parque
Libertad y en efecto, Alfredo parece convencerse de que debe cambiar y volver
con Irene, máxime que él fue el causante de la separación al prestarle a un pariente
el poco de dinero ahorrado en el matrimonio, y el pariente luego se niega a
pagar, y entonces se enferma Raquel de apendicitis y no hay ni para los
calmantes…
Alfredo se encuentra con Raquel de manos de Ramiro
saliendo del cine y le llama la atención. Posteriormente, acompañado de Irene,
le recuerda que debe esperar los dieciocho años para tener novio. Ella,
mintiendo piadosamente, les asegura que Ramiro es solo un amigo.
Haciendo un gran esfuerzo económico, Irene y
Alfredo le celebran los quince años con una fiesta tradicional, engalanada con
damas y chambelanes.
Finalmente María Luisa, Eugenia, Raquel
y Ramiro terminan la secundaria y planifican entrar a la universidad. Los dos
últimos sueñan con casarse, y ella le especifica que sólo después permitirá que
le toque sus partes. Ramiro aparenta aceptarlo. Irene y Alfredo terminan
reconciliándose y abuela Berta ahora camina con un bastón producto de haberse
retorcido un pie.
Al concluir esta historia feliz, la
protagonista se mira en el espejo de mano y se dice: “Soy Raquel, la chica
de ascensos y recaídas, la luchadora perseverante. Soy un remolino de
búsquedas, amante de aventuras. Una hija de Pueblo Verde. Este pueblo mío con
su río, lago, sus parques y cascadas, llena mis días. Pueblo Verde del arroz
dorado, fogosas amapolas y rojos cafetales; el pueblo de abuela Berta, María
Luisa y mis queridos maestros”.
Esas son palabras de Dinorah Coronado, una
mujer excepcional, llena de amor, conocimiento artístico y disposición de entrega.
Edwin Disla, 21 de noviembre del 2011
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