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domingo, 25 de septiembre de 2011

Los errores críticos de Giovanni Di Pietro y la narrativa de Juan Carlos Mieses


Un ensayo de Francisco R. García Pérez

El crítico literario y profesor universitario Giovanni Di Pietro ha redactado tres textos sobre las novelas de Juan Carlos Mieses: El día de todos y Las palomas de la guerra con los que personalmente estoy en desacuerdo. El primero, titulado El día de todos de Juan Carlos Mieses, pertenece a su libro Entre los nuevos, y fue publicado en Puerto Rico por Editora Unicornio, en enero del 2010. El segundo, Las palomas de la paz de Juan Carlos Mieses, apareció en el Listín Diario el 28 de enero de 2011. El último, Carta abierta a Pedro Conde, en El Caribe del 8 de marzo de 2011.

A continuación, pienso demostrar que nuestros desacuerdos se deben a una serie de errores de crítica literaria en los que él incurre debido a que no sólo abusa, sino que malinterpreta uno de los conceptos básicos de una de las teorías de la literatura de finales del siglo XIX, como lo es el Impresionismo, así como también de otras dos del siglo XX, como son el Marxismo Estructuralista y el New Criticism. La totalidad de mi argumentación se referirá a El día de todos de Juan Carlos Mieses, porque Di Pietro, por tratarse de un ensayo incluido en un libro en el que estudia a los principales narradores y poetas de la literatura dominicana contemporánea, comprensiblemente, le da un tratamiento más ambicioso al tema. No voy a referirme en este momento a sus otras dos publicaciones, ya que, aparte de alargar demasiado mi exposición, creo que lo que iré diciendo aquí se aplica también con mucha exactitud a ellas.

I. El día de todos de Juan Carlos Mieses visto por Giovanni Di Pietro

Di Pietro parte en su análisis de una idea que sólo a primera vista parecería corresponder a ese Marxismo Estructuralista de los años 60, que quiso explicar el quehacer literario como el resultado de las concepciones del mundo que sostiene el grupo social al que pertenece el autor. Un credo vinculado genealógicamente al rumano Lucien Goldmann, autor de Pour une sociologie du roman(1964) o al francés Louis Althusser de Une lettre sur l’art (1971). Goldmann creyó ver una semejanza tal entre la estructura de la novela moderna y la estructura de la economía de mercado, que lo llevó a denominar con el término técnico “homología” a esa semejanza entre la una y la otra. Es importante tomar en cuenta también, que la idea de Goldmann era que se trataba de una relación de estricta semejanza, la que ocurría entre la novela moderna y la economía de mercado, nada más de ahí. De su parte, Althusser tuvo la lucidez, antes de perderla por completo, de darse cuenta de que la obra de arte ni nos da un conocimiento conceptual de la realidad ni mucho menos de la ideología del artista.

Para ambos, si bien es cierto que el contexto socioeconómico calificado, siguiendo el canon de Marx, como la infraestructura de la época de los movimientos artísticos era fundamental para interpretar el perfil de sus realizaciones, no menos verdadero era que no se trataba de una relación mecánica o unidireccional, sino que tan importante podía ser la dimensión infraestructural como la supraestructural en el moldeamiento de una u otra. En otras palabras, tanto Goldmann como Althusser supieron eludir el peligro de referirse a estas relaciones (la estructura de la novela moderna y la de la economía de mercado, en el caso del primero, y la infraestructura respecto al perfil de las realizaciones artísticas en Althusser) como si se relacionaran de manera causal o por determinismos causales, lo cual fue el error que muchos acólitos acabaron cometiendo. Esta malinterpretación del Marxismo Estructuralista es justamente la que comete Di Pietro cuando supone que una vez descrito el perfil ideológico de determinado comportamiento de la izquierda dominicana es posible también derivar una explicación de las características de la novelística dominicana en lo relativo al racismo y la manera de ver al haitiano en las obras que tocaran el tema. El lector podrá advertir esto de inmediato en el fragmento siguiente:

“sale directa o indirectamente de lo que fue la actitud del izquierdismo frente a Haití y sus problemas. Los novelistas actuales han hecho suya esa actitud, y, como consecuencia, siguen repitiendo ciertos truismos que formaban parte de ese ambiente. El que más llamaba la atención era que, rechazando el pasado trujillista y siendo internacionalistas, los izquierdistas entendían que todos los males de ese vecino país se debían a los mismos dominicanos, a los cuales pintaban como racistas rabiosos”.



En otra muestra de ese mal interpretado discurso marxista estructural, Di Pietro, refiriéndose a la novelística dominicana contemporánea se permitirá concluir, siempre prescindiendo de las premisas de las que parte, que:

…“lo que la novelística actual hace es simplemente reflejar esta dinámica. A veces, el novelista está consciente del problema; a veces, no. Muchas veces, ya tomó partido en el asunto; y lo tomó del lado del otro, del bueno, y en contra de su propia identidad, cayendo así en una ridícula autoacusación. Soy racista, se dice a sí mismo, y escribe su novela para probar que lo es. Lo es no solamente él, sino que lo serían también todos los demás dominicanos. El resultado es, pues, nada más que una nación de racistas rabiosos”.


Mientras que tanto Goldman como Althusser se cuidan, como expliqué antes, de no postular una relación de mera causalidad al tratar de explicar la relación entre las estructuras económicas o sociales y las manifestaciones artísticas de un determinado momento histórico, Di Pietro, muy por el contrario, quiere explicar el porqué la narrativa dominicana de finales del siglo XX exhibe ciertas características en base a un determinismo y un historicismo que sólo consiguen dar una gran cantidad de informaciones, no necesariamente verdaderas, sobre las circunstancias que rodean a los creadores artísticos, sin lograr decir nada concreto sobre estos y sus creaciones. Personalmente, no entiendo qué relación pudiera existir entre estas conjeturas sociológicas sobre el racismo en la República Dominicana y las novelas de Juan Carlos Mieses. Menos aún, de ser ciertas, qué tanto nos llegarían a decir sobre estas últimas.


II. El New Criticism y la crítica de Giovanni Di Pietro

Es Tradition and the new talent (1919 ) de T. S. Eliot con su insistencia en que la objetividad, la impersonalidad y la cercanía de la ciencia debían prevalecer en la crítica literaria, aparte de un fuerte golpe contra el ejercicio crítico elaborado a la sombra del Romanticismo, una de las influencias que determinaron la aparición en el ámbito anglo-americano del New Criticism, en la segunda y tercera décadas del siglo XX. Que el nuevo signo de los tiempos que estaba llegándoles a los estudios literarios con este grupo fuese en parte científico-positivista y en parte lógico, probablemente se explique por la simpatía del autor de Tierras baldías con el análisis lógico del lenguaje de Bertrand Russell, cuyos cursos él había seguido en Harvard. Por lo que la llamada “denuncia de las cuatro falacias”, que caracterizó a estos teóricos de la literatura, nos resulte hoy más fácil de comprender. Se trató de un criterio de demarcación, caro a los aires filosóficos anglo-sajones de entonces, destinado a distinguir la crítica literaria objetiva que venía emergiendo a partir de ese momento de las modalidades anteriores caracterizadas por el subjetivismo y el impresionismo en sus interpretaciones.

II.a Denuncia de las cuatro falacias y la crítica de Di Pietro a Juan Carlos Mieses

Las cuatro falacias que el New Criticism denominó: falacia biográfica, falacia intencional, falacia afectiva y falacia de comunicación corresponden a las cuatro maneras de distorsionar la obra literaria al momento de interpretarla, que, al decir de estos teóricos de la literatura, era característica de la crítica influida por el Romanticismo. Se trató de ese intento, que caracterizó y que no poco enrareció los estudios de literatura en el siglo XX, de comprender la obra literaria sin apelar a condicionantes políticos, morales, filosóficos etc., sino, más bien, como un fenómeno que obedece a reglas y leyes que deben buscarse en ella misma.
A continuación voy a mostrar las cuatro falacias en el texto de Di Pietro titulado El día de todos de Juan Carlos Mieses:

II.b. Falacia biográfica

Al referirse a la aterradora escena inicial de El día de todos en la que el personaje descrito es devorado por las ratas, Di Pietro la interpreta como consecuencia del siguiente dato biográfico del autor:

“Aquí me temo que Mieses, viviendo como vive en Francia, cayó en la trampa de siempre: Se leyó al Marqués de Sade y, como todos los franceses bobos, pensó que este era un gran novelista y que hay que imitarlo.”

Otro ejemplo de la misma falacia se verifica cuando el crítico cree descubrir la presunta explicación de la simpatía del novelista por el vudú en base al hecho siguiente:

“como esos europeos entre los cuales vive, Mieses anda buscando la nota exótica en su vida”

Por demás sobran los ejemplos de escritores en los que determinados aspectos de su obra literaria se prestan a ser interpretados, y por extensión a ser entendidos mejor, acudiendo a determinados pasajes de su vida. Es lo que ocurre con la interpretación que Richard Ellman hace de Ulises de James Joyce, o bien, Steven Painter con Marcel Proust, pero al ir de lo anterior al extremo opuesto de pretender universalizar el recurso a la totalidad de la obra se corre el peligroso riesgo de distorsionar la creación artística. Pero además, cuando los datos biográficos esgrimidos sólo existen en la imaginación del crítico, como ocurre con la supuesta lectura del Marqués de Sade, o toman un carácter irracional al tratar de explicar una novela a partir de la residencia del autor en Francia (que también ha residido en varios países), resbalamos hacia un terreno más digno de ciertos personajes de Ionesco que de un intelectual razonable. En todo caso, entramos en una versión de la falacia biográfica que compite con la ficción, en el mejor de los casos.



II. c. Falacia intencional

En Intentional Fallacy (1946) W. K. Winsatt describió el error cometido por muchos críticos al creer que para entender el verdadero sentido o significado de una obra literaria es necesario conocer primero cuál era la intención del creador. Para los seguidores del New Criticism esto era confundir dos planos absolutamente válidos, como son el sicológico y el estético, pero que no están necesariamente relacionados en la génesis de una obra literaria. Para Di Pietro, la intención de Juan Carlos Mieses al escribir El día de todos es demostrarse a sí mismo que:

“Soy racista, se dice a sí mismo, y escribe su novela para probar que lo es”.

En otras palabras, la intención del novelista, ha descubierto el crítico, se resume en este hallazgo autobiográfico desmesurado: la admisión de un racismo que queda conjurado al ser reconocido. Lo que, en última instancia no se comprende, todavía fuese cierta esta explicación, es la medida en la que ella permite comprender mejor la novela.

II. d. Falacia afectiva

Tres años después de la publicación de Intentional Fallacy, en 1949, el filósofo norteamericano, Monroe C.Beardsley, publicó su ensayo The Affective Fallacy, en el que definía el error de interpretación del poema consistente en la tendencia a colocar los efectos emocionales provocados por éste en los lectores por encima del estudio de su estructura formal. Un tanto más crudamente describe el teórico portugués, Eliseo Vives, esta falacia al decir “… el crítico puede describir en la obra literaria calidades inefables y entender que estas confieren a la obra un valor específico; pero, desde ese momento, el crítico se condena a gruñidos emotivos que no interesan ya a nadie más que a él”. Lo que en ocasiones puede hacer difícil reconocer la falacia afectiva es el hecho de que una apariencia teórica representada por los términos utilizados por el crítico puede disimular su auténtica condición de reacción emotiva ante la obra literaria, que nada tiene que ver con ella, y sí completamente con el efecto que ha despertado en él. En Giovanni Di Pietro todo lo anterior se hace patente al referirse a un supuesto maniqueísmo que le atribuye al narrador-protagonista del relato al cual toma, inexplicablemente en un crítico literario, por el autor. De este modo, veremos cómo continuamente acusará a Juan Carlos Mieses de suscribir tal o cual posición, a favor o en contra de los haitianos, como si de una tesis doctoral de sociología se tratase y no de una obra de ficción. En palabras del crítico todo se va a resumir en que:

...“ya que dentro del maniqueísmo establecido en la novela los haitianos son los buenos, esta horrorosa matanza que se espera en la frontera va a ser sólo una prueba emocional de que la culpa de todas las desgracias del vecino país se encuentra con los dominicanos, los malos, por ser racistas”.

Ese maniqueísmo que Di Pietro le atribuye al narrador-protagonista no es parte de la estructura de la novela, y por interesante que pudiera parecer al crítico, sólo existe en el respetable ámbito de su subjetividad. Detrás de este tipo de argumentaciones, si cabe considerarlas así, lo único que hay son las reacciones emocionales del crítico a la obra literaria, para no llegar al extremo de Vives de llamarlas “gruñidos emocionales”.

II. e. Falacia de comunicación

Esta falacia, para Viñas Piquer, consiste en “una denuncia contra la tendencia a ver en el poema un ideario o una doctrina que el análisis saca a la superficie”. De todas las distorsiones de interpretación de la obra literaria, sin duda, se trata de la que más terribles consecuencias tuvo sobre muchos artistas. A lo largo de la historia, más dramáticamente durante el siglo XX, se satanizaron o se canonizaron muchos creadores sobre la base de su mayor o menor proximidad al menú ideológico del crítico. Desde una dimensión histórica lo anterior bastaría para condenarla. En el plano meramente teórico sorprende la ingenuidad de sus partidarios al dejarse seducir desmesuradamente por el fondo, si tal existiese, de la creación artística, en desmedro de los aspectos formales de la misma. Que todavía en el siglo XXI se siga esgrimiendo la falacia de comunicación es incomprensible, por decir lo menos. La expresión más acabada de la falacia en Di Pietro se revela cuando dice:

“La moraleja de esta escena es que la clave a la problemática situación entre República Dominicana y Haití la tendría la Iglesia Católica, la cual enseña que somos todos hermanos y que los dominicanos y los haitianos se llevarían de lo más bien con tan sólo practicar ese amor hacia el prójimo que enseña Cristo”.



Coherente con la falacia de comunicación, Di Pietro, agregará lo que sigue:

“En El día de todos, Mieses respalda esta posición, la hace suya y también la ofrece como la verdadera y única solución posible”.

Llegados a este punto, hemos visto con ejemplos tomados del texto de Di Pietro cómo sus errores críticos obedecen, en general, a un mismo mecanismo que consiste, unas veces en malinterpretar, otras en distorsionar la interpretación del texto analizado. En el primer punto, creo haber demostrado, como planteé al comienzo, que las opiniones del crítico sobre El día de todos de Juan Carlos Mieses malinterpretan los conceptos básicos de Lucien Goldmann y de Louis Althusser. En no menor medida, distorsiona la interpretación correcta del texto narrativo del autor debido al hecho de que incurre constantemente en las cuatro falacias que los diferentes representantes del New Criticism aconsejaban evitar al estudiar cualquier obra literaria. Respecto al concepto básico del Impresionismo del siglo XIX, al que aludí al comienzo diciendo que Di Pietro malinterpretaba, se trata concretamente de la tendencia a querer explicar la totalidad de la obra literaria remitiéndose exclusivamente a la vida del autor. Abusa del mismo, creo, en la medida en que más que apoyarse en la biografía de Mieses, va más lejos aún, y recrea, con una capacidad fabulatoria digna de mejor suerte, la vida del autor cuya obra critica. En esto mi reparo, más que estético como fueron los anteriores, es ético, por Di Pietro simplemente faltar de manera inaceptable a la verdad.

III. Balance final

Hasta aquí me he referido exclusivamente, como afirmé al comienzo, al ensayo del profesor Di Pietro El día de todos de Juan Carlos Mieses porque, en principio, no veía nada en el mismo de cuanto señalo hasta aquí que no pueda aplicarse a los otros dos. Obré de este modo, podría agregar ahora, porque he querido mantenerme dentro del ámbito estricto de la teoría literaria del siglo XX y de lo que ella aporta a esa otra modalidad de la lectura que se ha dado en llamar la crítica literaria. Entrar aquí en los dos artículos periodísticos del profesor Di Pietro me habría llevado a un terreno intelectual en el que abundan errores diferentes de los que acabo de tratar.

Mi labor ha consistido en decir qué no es la obra narrativa de Juan Carlos Mieses. Resta ahora pendiente otra tarea que su obra literaria merece de sobra. Se trata de ocuparse de decir qué es. No es posible que un esfuerzo intelectual que se extiende a lo largo de más de cuatro décadas no dé lugar a una respuesta de la crítica literaria provista de un decoro que condiga con su calidad. Sería un pecado de omisión intelectual imperdonable de parte de sus contemporáneos.

martes, 13 de septiembre de 2011

Encuentro entre universidades

Inmersos como estamos en el mundo de los libros, es de alegrar que nos lleguen noticias como estas.
Las correspondencias internacionales para difundir la cultura apoyados en los libros son sensacionales. Por ello me permito felicitarlo por los logros obtenidos en Panamá. Amén que el crecimiento sostenido por la presencia de su editorial en ferias de gran importancia los impulsará a seguir ganando nombre y prestigio y lograr divulgar las letras dominicanas que tienen mucho que enseñar al mundo.

Con estos blasones sería bueno buscar un acercamiento entre Universidades o apoyados por el Ministerio de Cultura de su país, para lograr un encuentro donde se tome en cuenta  a la República dominicana como posible  país invitado a la feria Internacional que se realizara prontamente en Guadalajara y de la cual todos sabemos la repercusión mundial que ha logrado.

Le reitero mis felicitaciones y espero entrar en contacto personalmente ahora en la Feria a realizarse en Nueva York en octubre próximo.

Reciba un fuerte abrazo
Juan Pedro Hernández Osuna
 

viernes, 9 de septiembre de 2011

ESCRITORES DOMINICANOS EN LIBRERIA DE PANAMA

Editorial SANTUARIO y la librería ExedraBooks firmaron  un acuerdo para promover y  vender los libros de los escritores dominicanos en Panamá. Dicho acuerdo se logró en el marco de la VII Feria Internacional del Libro de Panamá celebrada del 24 al 28 de agosto de este año, y que tuvo a la República Dominicana como país invitado de honor. 

Este acuerdo permitirá que más de tres millones de panameños tengan la oportunidad de conocer la historia, la cultura y literatura dominicana. El mismo fue firmado por Isael Pérez y Oneida González, en representación de Editorial SANTUARIO, y Sheila E. de Terán por ExedraBooks.

Federico Angulo, director  de Compras Internacionales de ExedraBooks saludó la firma de este acuerdo al tiempo que se comprometió a trabajar para que los libros de los escritores dominicanos sean conocidos en Panamá.

Pronto las obras de los escritores panameños podrán ser adquiridas en la República Dominicana, según dicho acuerdo.

Isael Pérez, gerente de Editorial SANTUARIO, destacó los logros de la delegación dominicana en la FIL de Panamá y esbozó el plan a seguir por su editorial para dar a conocer las letras dominicanas en el exterior.

ExedraBooks está ubicada en Vía España,esquina con Vía Brasil, Panamá, República de Panamá, tel. 507. 264. 4252, fax 507. 264. 4266.
www.exedrabooks.com

Pronto editorial SANTUARIO  estará participando en las Ferias de Barahona, Nueva York, Puerto Rico, Guadalajara y Frankfurt.



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Isael Pérez RodríguezGerente General Editorial SANTUARIO809 412-2447 Oficina
809 637-1918 Celular

E-Mail: editorialsantuario@gmail.com
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Ave. Pedro Henriquez Ureña No. 134, Esq. Eduardo Jenner. La Esperilla
Sto. Dgo. D. N.

jueves, 1 de septiembre de 2011

35c MSG: Presentación de Dimensionando a Dios en panamá



MSG: PRESENTACIÓN DE DIMENSIONANDO A DIOS EN PANAMÁ
DIMENSIONANDO A DIOS
LA NOVELA SOBRE JUAN PABLO DUARTE
EL PADRE DE LA PATRIA DE LA REPÚBLICA DOMINICANA

Por Manuel Salvador Gautier
Feria del Libro de Panamá
26 al 29 de agosto de 2011

INTRODUCCIÓN
Juan Pablo Duarte es el ideólogo de la independencia de la República Dominicana, proclamada el 27 de febrero de 1844. Es de los héroes que el pueblo dominicano reconoce y admira. Está considerado como uno de los Padres de la Patria, junto a Francisco del Rosario Sánchez y Matías Ramón Mella. Según los Apuntes que redactó su hermana, Rosa Duarte, la aventura de su involucramiento en las acciones independentistas comienzan cuando, en 1827, a los diecisiete años, viajaba a hacer estudios a Barcelona, en España. En ese momento, la República Dominicana estaba bajo el yugo de la República de Haití.
Dice Rosa Duarte: “El capitán del barco y Don Pablo Pujol (el tutor de Duarte) se pusieron a hablar de Santo Domingo sumamente mal y el capitán le preguntó a él (a Duarte) si no le daba pena decir que era haitiano. Juan Pablo le constestó: yo soy dominicano; a lo que con desprecio le contestó el capitán: tú no tienes nombre, porque ni tú ni tus padres merecen tenerlo porque cobardes y serviles inclinan la cabeza bajo el yugo de sus esclavos. Dice Juan Pablo: La vergüenza, la desesperación, que me causó tal confesión de que merecíamos ser tratados tan sin ninguna consideración me impidió pronunciar palabra, pero juré en mi corazón probarle al mundo entero que no sólo teníamos un nombre propio, dominicanos, sino que nosotros (tan cruelmente vilipendiados) éramos dignos de llevarlo…”
Rosa Duarte también explica que, a su retorno de Barcelona, uno de sus mentores le preguntó a Duarte “que era lo que en sus viajes le había llamado más la atención y le había agradado. “Los fueros y libertades de Baecelona, fueros y libertades que nosotros un día daremos a nuestra patria”, dijo.
Ese fue el compromiso que hizo Duarte a sus diecinueve años, y el que trató de cumplir.
Basado en estos dos episodios reales, estructuro la novela Dimensionando a Dios.

EL TEMA DE LA NOVELA: JUAN PABLO DUARTE
Desde principio de la década de los 90, cuando decidí dedicarme a la literatura, pensé en hacer una novela sobre Juan Pablo Duarte, el Padre de la Patria, a quien admiro profundamente. Como hago siempre cuando tengo un tema que me interesa, preparé un cuaderno para apuntar las ideas que se me ocurrían sobre el personaje escogido y guardar todas las informaciones que aparecían en los periódicos y revistas y que podían servirme. Pasaba el tiempo. Leí los Apuntes de Rosa Duarte sobre la vida de su hermano, la novela La vida de Juan Pablo Duarte de don Pedro Troncoso Sánchez y otros documentos, pero no encontraba la historia que me estimulara a recrear ese personaje desconocido que es nuestro Prócer de la Independencia. Hasta que en enero de 2009 fui a la puesta en circulación del libro Juan Pablo Duarte y Diez, Fundador de la República Dominicana, de Leonor Ayala G., tataranieta de Vicente Celestino Duarte, el hermano mayor de Duarte. Allí encontré lo que buscaba. Las hermanas Ayala revivían con sus investigaciones a un Juan Pablo Duarte joven, a un mozo de diecisiete años que viaja a Barcelona a hacer estudios superiores con un tutor avezado, un comerciante ducho que, entre otras cosas, había sido corsario al servicio de los intereses de España.
Rosa Duarte nos cuenta en sus Apuntes que Duarte partió hacia Barcelona (no dice claramente con qué ideas en la cabeza, sólo a estudiar) y que, durante el viaje, tuvo una experiencia inquietante en la que un capitán lo insultó, poniendo en duda su patriotismo. Duarte reaccionó airado, proponiéndose, desde ese momento, libertar a su país. Y volvió de Barcelona influenciado por las leyes o fueros de Cataluña, dispuesto a estructurar y a organizar su país con una constitución que proponía crear un cuarto poder, el regional o municipal, el poder de la comunidad, con el cual Duarte esperaba controlar, hasta donde fuera posible, el autoritarismo que heredamos del imperio español, que él vivió en Barcelona con el despotismo de Fernando VII, y que experimentó en una versión similar, producto de la independencia francesa y de la de sus esclavos haitianos, con la dictadura de Jean Pierre Boyer, Presidente de Haití durante la ocupación que ese país hizo al territorio dominicano por veintiun años.
Duarte pasó dos años en Barcelona. En sus investigaciones basadas en los escasos datos que hay sobre esta estadía, las hermanas Ayala llegaron a la conclusión que, en el único lugar donde el joven Patricio pudo estudiar durante estos dos años fue en el Seminario Conciliar de Barcelona, donde se forman los sacerdotes catalanes.
La idea me deslumbró:
¡Duarte había ido a Barcelona a estudiar sacerdocio! Una conclusión pelegrina a la que puede llegar la imaginación de un novelista, pero que no puede acoger un historiador, por falta de pruebas escritas.
Con esta idea en mente, determiné enseguida el curso de mi novela. Trataría sobre el conflicto que atormentó a Duarte, quizás durante toda su vida, entre su inclinación por servir a Dios y su deseo de luchar por la independencia y autonomía de su país.
En Dimensionado a Dios, doy substancia a este personaje.
El tiempo en que Duarte vivió en Barcelona se encuentra dentro de lo que la historia española llama “La década ominosa”, la década de terror, de 1823 a 1833, que Fernando VII, rey de España, impuso para dominar las ansias de autonomía de los catalanes. Como reacción, los catalanes formaron sociedades secretas para luchar por la independencia de Catalunya, como llamaban a su país.
Basado en estos hechos reales y supuestos, presento a un Juan Pablo Duarte ambicioso, decidido, a veces violento, que, desde el Seminario, se involucra en una intriga en la cual él se introduce en una de esas sociedades secretas y, junto con un compañero seminarista, estudia los fueros de Cataluña y las constituciones de Francia y Estados Unidos, con el fin de redactar una constitución que sirviera al nuevo país europeo. Así, dramatizo la manera en que la estadía de Duarte en Barcelona influyó en él para crear la Sociedad Secreta La Trinitaria, donde se formaron todos los patriotas que proclamaron la independencia, y para proponer, tan pronto se formó el país, la constitución que impediría la concentración de autoridad en el Poder Ejecutivo.
Algunas personas cercanas me han señalado que el título de la novela parece arquitectónico, influenciado por mi profesión. Otros consideran que me he extralimitado con un título que es casi una blasfemia contra Dios. La realidad es que todos los títulos de mis novelas son una síntesis del tema.
Voy a explicarlo.
Al final de la novela, motivado por una serie de acontecimientos, Juan Pablo Duarte concluye que la verdadera dimensión de Dios es la libertad. De aquí deducimos que todo lo que hizo durante su estadía en Barcelona, y todo lo que logró después, está permeado por esta intuición que nutre sus propósitos y lo impulsa a realizarlos. No hay dudas que Dios está ligado a la idea de libertad de Juan Pablo Duarte. No en vano lo coloca de primero en el lema: Dios, Patria y Libertad, que ideó para animar a sus compatriotas y que ubicó en la bandera nacional. Entendemos que Dios es su fuerza y, quizás, su debilidad. Dimensionando a Dios, Juan Pablo Duarte se dimensiona a sí mismo. En esa tesitura, surge el ideólogo de la libertad dominicana, el hombre que motivará a los otros a organizarse y a ejecutar el plan para lograr la independencia. Esta es su fuerza. Pero también emerge el pacifista, el hombre que, cuando hay que disputarle el poder a Pedro Santana, el general que obligó a los haitianos a retirarse a su propio país, se resiste a llevar al pueblo dominicano al matadero de una guerra civil. Esta es su debilidad. Una debilidad relativa, que nosotros apreciamos como tal por los resultados que tuvo: el alejamiento de Duarte de las decisiones para la estructuración final de la República Dominicana. ¡Quién sabe qué país tendríamos si Juan Pablo Duarte hubiese podido imponer sus ideas!
En Dimensionado a Dios, esa dualidad entre el ideólogo y el pacifista comienza a vislumbrarse.
Para mí, fue apasionante crear un personaje literario que respondiera a mi propia intuición de lo que fue, en la realidad, Juan Pablo Duarte. Este es el Padre de la Patria que les ofrezco y que comparto con ustedes.

LA ESTRUCTURA, LA TRAMA Y LA TÉCNICA DE LA NOVELA
La novela está dividida en tres partes, cada una subdividida, a su vez, en dos capítulos.
La primera parte, “En la búsqueda”, trata sobre el viaje de Duarte a Barcelona, donde tiene el enfrentamiento con el capitán del barco y decide luchar por la independencia dominicana. En esta parte, se presentan dos personjes en contradicción ideológica: Juan Pablo, el idelista, y su tutor, don Felipe Aguedó Calcull, el materialista. Hasta cierto punto, Aguedó Calcull es el alter ego de Duarte, el Duarte que hubiera sido si, en vez de dejrase llevar por la pasión de sus ideales independentistas, se hubiera concentrado en alcanzar el poder, un Duarte sin frenos y sin escrúpulos, como lo fue su oponente, Pedro Santana, atributos con los cuales logró la presidencia de la República Dominicana en sus inicios, donde impuso el autoritarismo como continuismo histórico del gobierno colonial.
La segunda parte, “El encuentro con Dios”, trata sobre la estadía de Duarte en el Seminario Conciliar de Barcelona, dedicado a establecer un vínculo con Dios, a pesar de las voces interiores que le recuerdan su compromiso libertario, y a pesar de comprobar que el sacerdocio es una preparación para imponer el dogmatismo fundamentalista de la Iglesia Católica. Allí conoce a don Miquel Mercer, seminarista dedicado a Dios, quien es el otro alter ego de Duarte, el hombre de fe que no se desvía de la causa de Dios, el Duarte que deseaba dedicarse a Dios y a la gloria de la Iglesia. En esta parte, comienza la intriga que llevará a Duarte a involucrarse con una sociedad secreta revolucionaria que lucha por la autonomía de Cataluña. También aparece la intriga en la que su tutor, don Felipe Aguedó Calcull, logra comprometerse para casarse con una heredera catalana, doña Esclarí de Pallares, una mujer de actuaciones misteriosas, que lo ubicaría entre los principales comerciantes de Barcelona, su gran ambición.
La tercera parte, “Dimensionando”, trata el momento en que finalmente Duarte se involucra con la independencia de Cataluña, comprometiéndose con los revolucionarios catalanes a convencer a don Miquel Mercer, su compañero seminarista, a que redacte una constitución para el país independiente por el cual luchan. En esta parte, Duarte define su dedicación a la causa independentista y debe decidir si sigue o no la causa de Dios. Aquí se unen las dos intrigas, la de Duarte por un lado y la de don Felipe Aguedó Calcull por el otro, ya que doña Esclarí, la prometida de Aguedó Calcull, resulta que pertenece a la sociedad secreta en la cual han involucrado a Duarte y es la persona que lo presenta a los revolucionarios.
La técnica usada en la novela consiste en alternar episodios entre Duarte y don Felipe Aguedó Calcull, en los cuales cada uno es el personaje principal.
En los episodios donde Duarte es el protagonista, el narrador está en tercera persona, intencionalmente, con el fin de crear un distanciamiento entre el personaje y el lector, de manera que este último tenga cierta objetividad en la apreciación y la apropiación del primero. Sin embargo, en ocasiones, se pasa a la primera persona, para recrear un momento íntimo del personaje. Y está el leif motiv: ¿Qué haces, hermanito, qué haces?, que se usa cada vez que Duarte percibe que no está cumpliendo con su compromiso de dedicarse a la independencia de su país.
En los episodios protagonizados por don Felipe Aguedó Calcull, el narrador está en primera persona, lo cual hace más dramáticos los despropósitos en que incurre el personaje.

CONCLUSIÓN
En Dimensionando a Dios, el autor introduce en la trama las características de Juan Pablo Duarte que se conocen históricamente. Entre estas:
La rabia e inconformidad que sintió cuando el capitán del barco lo insultó es la manifestación de un Duarte que se rebelaba contra el auroritarismo, lo cual motivó todas sus decisiones libertarias.
La disposición de hacer una sociedad secreta, cuando formó la Sociedad La Trinitaria, la adquirió en Barcelona. El planteamiento de crear una constitución donde existiera un cuarto poder, el municipal, lo trajo de allá; además, dijo explícitamente que lo adoptaría tan pronto pudiera hacerlo.
Incluyo una supuesta experiencia de Duarte en la presentación de obras teatrales, para enfatizar la estrategia que se trazó con el fin de ganar adeptos a la causa independentista en Santo Domingo, presentando obras como La viuda de Padilla, donde se proclama la libertad.
También aparece su atracción por las mujeres, con las cuales no llegaba a formar lazos permanentes. Se ha comprobado que la inquina que le tenía Tomás de Bobadilla y Briones, el cerebro que guiaba a Pedro Santana, se debe a que Duarte no cumplió con un compromiso de matrimonio que hizo con una sobrina de este. Sabe Dios si esto hubiese ocurrido, Bobadilla se dedica a promover a Duarte para la presidencia del país, en vez de a Santana, y toda nuestra historia sería distinta.
En Dimensionando a Dios, he tratado de recrear a un Juan Pablo Duarte que se corresponda con la verdad histórica; al mismo tiempo, lo rescato de ese mito que lo presenta como un hombre que pudo organizar los inicios de la indeopendencia pero que, por debilidades intrínsecas a su carácter, fue inconsistente, pues quiso ser, pero al final, tuvo que conformarse con no ser, quien dirigiera los destinos de la República Dominicana. El Juan Pablo Duarte que trazo es un hombre que toma decisiones y las lleva hasta donde puede hacerlo. Por qué no enfrentó a Pedro Santana es de las incógnitas que nuestros historiadores no han desentrañado o no han querido hacerlo. Como novelista, lo imagino: fue traicionado por quienes debían apoyarlo y, sin ese apoyo, resultaba vana la confrontación, un “matadero”, como dije antes… y Duarte era un idealista que cuidaba al detalle la ejecución de sus acciones; un realizador de cosas que fueran realizables, aunque parecieran imposibles, como fue la independecnia de nuestro país.
Dimensionado a Dios, en definitiva, es una demitificación de nuetro patricio Juan Pablo Duarte, una obra que maneja los recursos del postmodernismo.
En la Feria Internacional del Libro Santo Domingo 2011, en mayo de este año, la obra ganó el Premio Nacional Feria del Libro Eduardo León Jimenes, uno de los premios literarios de mayor prestigio en la República Dominicana. En el laudo, el Jurado otorgó el premio a esta obra…

“Por su calidad literaria y su excelente ritmo narrativo, que explora
utilizando la realidad histórica y la ficción, la conexión de
Juan Pablo Duarte en Barcelona y los movimientos libertarios de la
época que dan forma al pensamiento patriótico del Padre de la Patria.
La obra contribuye a un mejor conocimiento de la figura del patricio,
cuya biografía todavía mantiene facetas pendientes de exploración,
y enriquece igualmente la narrativa y la novela histórica dominicana.